Aire y fuego. Fuego y aire. Enemigos y aliados. Elementos que nos hacen sentir pequeños cuando los enfrentamos y poderosos cuando los controlamos.

Y tratamos de encerrarlos, de retenerlos, de apoderarnos de ellos, aunque en el fondo sepamos que siempre serán libres.
Y nos demuestran que su fortaleza nos supera. Que su alianza es capaz de fascinarnos aún más y que siempre seremos sus siervos, no sus amos.

Y miramos al cielo. Y recordamos a Dédalo, que para huir de su encierro en la isla de Creta, fabricó unas alas para él y para su hijo Ícaro, pues el aire era el único elemento que el rey Minos no controlaba. Y nos gustaría ser él.

Y recordamos la alianza del fuego y el aire. Y la usamos en nuestro favor. Y así, al menos durante un tiempo, nos sentimos libres como el aire y fuertes como el fuego.
