El pasado mes de febrero, la costa del Cantábrico sufrió un primer temporal que sorprendió por su dureza y los innumerables destrozos provocados.
Cuando apenas se estaban recuperando los afectados, llegó el segundo temporal. La tarde del lunes 5 de marzo, coincidiendo con la pleamar, el mar volvió a salir de su espacio, a inundar las calles y negocios que tiene por vecinos. A recordarnos lo frágiles que somos ante la Naturaleza.
La lluvia y el temporal no impidieron que muchos curiosos se acercaran a presenciar un espectáculo tan aterrador como atrayente. Confieso que yo no fui uno de ellos, aunque sí me acerqué al día siguiente.
El martes el mar seguía enfadado, pero ya no tanto.
Aunque a ratos seguía golpeando con fuerza, recordándonos a los curiosos, cuáles son sus dominios:
Incluso sorprendiendo a alguno de ellos:
Y, antes de caer la tarde, como despedida, golpeó los diques con fuerza:
Después de este segundo día, regresó la calma. Ya sólo quedan las consecuencias, que tardarán mucho en resolverse, y los recuerdos que, ninguno de los que vivimos estos días, podremos borrar.