Tardes de playa

Cuando el invierno ha sido tan largo como el último. Cuando los días grises y nublados son la mayoría, no puedo evitar pensar en esas tardes de sol caminando por la arena mientras el mar te golpea las piernas.

Esas tardes volverán algún día junto con las risas de los niños, los primeros amores y el comienzo de muchos sueños. Pero, mientras ese día llega, nos quedan los recuerdos y las imágenes.

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Recortes y retrocesos

Vivimos en un país que, en lugar de avanzar, retrocede, gracias a la acción de un gobierno inepto y cobarde al que los ciudadanos no le importan lo más mínimo.

Prácticamente desde el mismo momento en que llegaron al poder empezaron a recortar derechos básicos. ¿La excusa? Primero fue la «herencia recibida», luego la crisis o porque es lo que Alemania espera que se haga. Mañana podría ser otra.

Recortan en la educación pública, pero no porque no haya dinero, ya que sí lo hay para apoyar a la escuela concertada, religiosa y que segrega a niños y niñas. Consecuencia: sólo los ricos podrán estudiar.

Recortan en sanidad, convirtiendo la sanidad pública española que, hasta ahora, era motivo de orgullo y ejemplo a seguir, en una sanidad de beneficencia. Consecuencia: sólo los ricos se podrán curar.

Recortan en derechos laborales. Tenemos una de las tasas de desempleo más alta de la Unión Europea, con casi un 27% de personas sin trabajo. El desempleo juvenil alcanza cotas irreales superando el 55%.  Consecuencia: huida de muchas personas y pérdida de un gran potencial laboral para este país.

Y no contentos con esto, ahora le toca el turno a la ley del aborto. La actual ley de plazos les parece una abominación. Tampoco les sirve la ley de supuestos del año 82. Consecuencia: las mujeres con recursos volverán a irse al extranjero a abortar, mientras que quienes no tienen medios arriesgarán sus vidas por interrumpir un embarazo.

Durante mucho tiempo España estuvo a la cola de los países de nuestro entorno, porque una dictadura nos detuvo en el tiempo durante buena parte del siglo XX y cuando empezábamos a acelerar y a acercarnos a ellos llega un nuevo parón en la evolución. Lamentablemente la España del siglo XXI, poco a poco va retrocediendo y, si no ponemos freno, cada día se parecerá más a la España del medievo. A una España de nobles y siervos. Y lo peor, es que volver a recuperarnos y devolvernos a este siglo será un camino mucho más largo de lo que muchos piensan.

Engranaje

La vida es una sucesión de piezas que encajan unas con otras como una máquina de precisión. Cuando ese preciso engranaje gira sin complicaciones todo fluye como el agua de un río, a veces tranquilo, a ratos con sus rápidos y sus cascadas, aportando emoción y haciendo que todo sea menos monótono.

Es necesario que el engranaje esté en óptimas condiciones, que no se interpongan obstáculos entre sus piezas para que no deje de girar bruscamente y nos detenga. El objetivo es llegar a la meta. Quedarse a medio camino hará que nos perdamos demasiadas cosas.

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Homenaje

El 14 de abril de 1931 se proclama la II República en España, pero sólo vivió momentos tranquilos durante los dos primeros años, bajo el mandato de Manuel Azaña.

Con posterioridad llegaron momentos convulsos que derivarían en la revolución de Octubre de 1934. Pero sería el golpe de estado del 1936, detonante de la guerra civil española, el que sumiría a este país en el horror y la oscuridad durante más de 40 años.

El 1 de abril de 1939, junto con el fin de la guerra civil, se pone fin a la II República.

Tuvieron que pasar muchos años para que se pudiera honrar a todos esos españoles que perdieron su vida luchando por la democracia y por la libertad. Uno de esos homenajes tuvo lugar el domingo día 15 de abril en la fosa común de El Sucu, en Gijón.

ImageGregorio Cenitagoya González leyó su poema «El guerrillero»:

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Se hizo una ofrenda floral:

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ImageImagePero el homenaje no será nunca completo mientras falten todos los que siguen enterrados en los márgenes de las carreteras o en campos sin nombre, mientras quede una familia sin tener un sitio en el que llorar a sus muertos.

De regreso a casa, pasé junto al pequeño parquecito que rinde homenaje a trece mujeres cuyo único delito fue pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Trece mujeres que murieron asesinadas por defender unas ideas que no gustaban a los asesinos. Para ellas va también este pequeño homenaje:

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Libertad

Libertad. Una palabra con muchas definiciones pero un solo significado. Una palabra que llena la boca de quien la pronuncia, que llena el espíritu de emoción, de sueños, de deseos, de ganas de vivir.

Cuando nos sabemos libres respiramos tranquilos. Tomamos consciencia de nuestra vida y nuestro destino. Avanzamos o retrocedemos cuando sentimos la necesidad de hacerlo o, simplemente, cuando nos apetece aventurarnos en un nuevo camino que no sabemos a dónde nos llevará. Somos como los pájaros que emprenden vuelo en cuanto abrimos las manos.

Sin libertad no somos, no existimos. Cedemos el control a quien quiera o pueda manejar los hilos y nos convertimos en marionetas de otro. La libertad se fue y sólo queda extrañarla o luchar para recuperarla.

Perder la libertad es perder todo.

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Desigualdad

Que no todo sea igual, que haya diferencias, es una ventaja. Hay opciones, posibilidad de elegir.

El problema con la desigualdad surge cuando no se busca, cuando se nos impone por decisiones que otros toman sin consultarnos y que nos afectan directamente. Lamentablemente vivimos en un mundo cada día más desigual, donde algunos tienen mucho y otros cada vez menos, por no decir nada.

Este no es el mundo que quiero para mi y para mi gente, pero para cambiarlo tenemos que levantarnos, gritar «basta» y empezar a ser nosotros quienes tomamos las decisiones que nos tengan que afectar. No podemos seguir esperando que quienes convirtieron el mundo en lo que es, lo arreglen.

Volvamos a hacer que lo desigual sea algo voluntario. De nosotros depende.

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Tabla de salvación

Hay momentos en que cuesta mantenerse a flote. Todo a nuestro alrededor se derrumba con mayor o menor velocidad y es difícil no dejarse arrastrar. Sin embargo dejarse caer no es la solución. Nunca lo es.

Un vistazo rápido a nuestro alrededor nos hará descubrir algo a lo que agarrarnos. Seguro nos permitirá encontrar esa tabla que nos salve de hundirnos. Esa tabla a la que aferrarnos.

No importa que la tabla no sea lisa. No importa que tenga aristas. Esa tabla nos permitirá seguir a flote hasta que pase la tormenta.

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Callejeando por Madrid

Madrid, como cualquier gran ciudad, te sorprende con algo nuevo cada vez que vas. No importa cuanto la visites, siempre se guarda alguna sorpresa.

Hacía tiempo que no me acercaba a la capital del reino y hace unos días no sólo tuve tiempo de ver a amigos (no tantos como me habría gustado) sino también de callejear y tomar algunas fotos.

El Palacio Real imponente y majestuoso, como corresponde. Desafiando al tiempo y a los cientos de personas que diariamente se acercan a contemplarlo:

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La Plaza de Oriente un lugar en el que relajarse o pasear ante la atenta mirada de la historia convertida en estatuas de antiguos reyes:

ImageImageMás adelante un artista callejero dibuja a los turistas con trajes típicos. No necesitan ponérselos, sólo colocarse tras ellos. No importa que sea Madrid y no Sevilla, el traje de flamenca y el de torero no podían faltar:

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Y, curiosamente, esa ciudad bulliciosa y llena de gente también a ratos se paraliza y uno puede encontrarse terrazas que recuerdan las conversaciones del día anterior y que anhelan las del día que empieza:

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Bocas

Había muchas bocas, todas abiertas y con mucho que decir, pero de ellas no salía ningún sonido. Era como si alguien las cerrase desde dentro, con una mano invisible pero eficaz.

¿Qué tenían que decir aquellas bocas? ¿Por qué era tan importante que lo callaran?

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11-M

Por razones que no vienen al caso, esta mañana tuve que tomar un tren. Apenas me senté en mi lugar recordé qué día era, 11 de marzo. Inmediatamente vino a mi mente otro 11-M, el de 2004. Un 11-M en el que doscientas personas perdieron la vida sólo por ir en un tren, como hacíamos hoy mis compañeros de viaje y yo. Me pregunté cuántos estarían recordando ese momento también.

Aquella mañana de 2004, apenas pasaban unos minutos de las 7:30 a.m. y los trenes iban llenos de personas que comenzaban su día. Unos camino al trabajo, otros a estudiar, otros a alguna cita importante, da igual. Era un día normal, como tantos otros, haciendo el mismo trayecto. Y de repente todo se acabó. La barbarie y la sinrazón, camufladas bajo una religión (cómo no) habían decidido jugar a ser dios y poner punto y final a sus vidas y a sus ilusiones sobre las vías de Atocha, de El Pozo y de Santa Eugenia.

Saltaron las alarmas, los medios comenzaron a dar las noticias que, a medida que había más datos, eran más terribles que un minuto antes. Comenzaron los nervios, las llamadas de teléfono para confirmar que los familiares y amigos estaban bien. Después de unos minutos de angustia, te calmabas porque tu gente estaba bien y a salvo.

Pero había 200 muertos. Gente a la que no conocías, a la que no habías visto en tu vida, pero con la que te identificabas y por la que llorabas como si fueran tuyos. Y es que eran tuyos. Eran tu gente y nadie tenía derecho a hacerles aquello. Nadie tenía derecho a matarlos ni a ensuciar su muerte con mentiras y conspiraciones absurdas.

Eran nuestra gente y, de algún modo, todos íbamos en aquellos trenes.

Hoy, 9 años más tarde, este es mi pequeño homenaje a todos ellos, porque mientras les sigamos recordando no se habrán ido para siempre.

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