Están en todos los parques y en todas las plazas. La mayor parte del tiempo nadie repara en ellas, pero allí están. Son fieles testigos de amores y desamores, de penas y alegrías, de secretos inconfesables. Son testigos de historias que jamás desvelarán a nadie. Los encierran dentro de sus duros cuerpos y los atesoran para siempre.
Ni siquiera los pájaros que son los únicos que se fijan en ellas son capaces de arrancarles lo que saben. Es suyo. Es su forma de tener una vida, aunque no sea propia.