Un tren en marcha

tren_libertad3 @www.trendelalibertad.com

El 31 de enero, a las 14:00 horas, salía de la estación de Gijón «El tren de la libertad«. Un tren al que muchas personas, fundamentalmente mujeres, nos subimos para decirle al gobierno de España que no aceptamos que reformen la actual ley de interrupción voluntaria del embarazo y que no estamos dispuestas a quedarnos en casa calladas y sumisas dejándoles hacer y deshacer a su antojo.

Minutos antes de que partiera el tren, eran muchas las personas que se acercaron a la estación de ferrocarril para mostrar su apoyo y dejar claro que, aunque no podían subir a ese tren, nos apoyaban y compartían nuestras ideas.

310114-143134-MJS Licencia Creative Commons: Mauricio-José Schwarz

Pocas horas después, el tren llegaba a la estación de Valladolid. Una estación abarrotada de personas que se unían a la reivindicación y se sumaban a la manifestación hasta el auditorio Miguel Delibes, donde el PP (Partido Popular) celebraba su convención anual. Teníamos que decirles en su cara, aunque no se atrevieran a enseñarla, que nuestro cuerpo es nuestro y que no íbamos a consentir que ninguno de ellos con su mentalidad retrógrada y reaccionaria tiene derecho a decidir por nosotras.

Esa noche la pasamos en Valladolid donde unas cuantas afortunadas tuvimos la suerte de que algunas de las compañeras de Valladolid nos hicieran una breve visita guiada por la parte histórica de una bella ciudad.

La mañana del día 1, tras desayunar en el hotel, regresamos a la estación con la energía recargada y con más ilusión que el día anterior. Nuestro destino, Madrid.

Llegamos a la estación de Chamartín, donde la gente de la organización en Madrid nos esperaba para acompañarnos a la estación de Atocha.

Al bajarnos del cercanías que nos condujo allí, confieso me quedé sin palabras. Esperaba que hubiera gente, pero lo que allí había me desbordó, bueno creo que a todas. Pronto toda la estación se convirtió en un clamor al grito de «Sí se puede». Salir de la estación fue una tarea complicada. La enorme cantidad de gente hacía que fuera una misión casi imposible. Finalmente llegamos a la calle y todavía se me pone la carne de gallina. La explanada de Atocha era un hormiguero.

P1010081

Gente por todas partes. Gente llegada de toda España, incluso de fuera de nuestras fronteras. Era tal el gentío que el pequeño grupo de asturianas con las que yo me encontraba estuvo parado en el mismo punto más de 45 minutos sin poder avanzar. Para cuando las compañeras se dirigieron a depositar en el registro del Congreso el manifiesto «Porque yo decido«, nosotros apenas habíamos llegado al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

P1010092

Lo que se vivió en el tren, en Valladolid, en Madrid no fue algo aislado y momentáneo, es algo que está vivo y que mantendremos mientras no rectifiquen su postura. El tren ya se ha puesto en marcha y no tiene intención de detenerse.

Château de Vincennes

Debo confesar que antes de llegar a París desconocía la existencia del Château de Vincennes, una maravilla de edificio medieval, construido para ser la residencia oficial de Carlos V, de Francia.

131028-112114-MMG

Cuando te sitúas frente a su puerta, antes incluso de cruzar el puente que se eleva sobre el foso, esperas que en cualquier momento aparezcan dos guardias con sus armaduras y sus lanzas impidiendo el paso a los intrusos.

131028-112640-MMG

Ese foso, que miras insistente esperando ver agua y cocodrilos, pero en el que hoy sólo hay hierba.

131028-112447-MMG

Pero el viaje al pasado no termina ahí. Una vez que atraviesas las puertas y comienzas el ascenso a la muralla te encuentras con las estrechas escaleras de caracol, apenas iluminadas por alguna ventana, al final de la cual, en lo alto de la torre, tampoco hay una princesa en apuros a la que salvar:

131028-113141-MMG131028-114523-MMG

En las galerías de la muralla, cubiertas por las vigas de madera, puedes imaginar a los arqueros apostados ante las ventanas, para defender al Château y a sus moradores.

131028-114658-MMG

Pero también quedan techos de madera en el interior del edificio principal, que conviven con los techos de piedra de la cámara principal del rey.

131028-122348-MMG

131028-115655-MMGPasear por sus pasillos, asomarse a sus torres o entrar en sus habitaciones fue un inesperado y sorprendente reencuentro con la historia.

Père-Lachaise

Image

Siempre me ha gustado tomar fotos en los cementerios. Hay algo en ellos que me atrae y me inspira, así que en mi viaje a París no podía faltar la visita al cementerio de Père-Lachaisefamoso por contar entre sus «inquilinos» con personajes ilustres como Honoré de Balzac, Frédéric Chopin, Édith Piaf, Marcel Proust o Jim Morrison, por citar solo a unos pocos (poquísimos).

Pero no todo son tumbas con nombre, también hay muchas abandonadas, con vidrieras rotas que recuerdan que allí hay alguien del que ya nadie se acuerda.

ImageAlgunos se aseguraron que su mejor amigo siempre esté allí, a su lado, compartiendo el paso del tiempo:

Image

A otros sólo les acompañan las flores que deciden nacer en un lugar donde la muerte es la que manda:

Image

Pero, camines por donde camines, a lo largo de sus más de 44 hectáreas, siempre estarán ellos, los guardianes de Père-Lachaise, recordándote que ése también es su hogar, y que el intruso eres tú:

Image

Y no, por extraño que parezca, tomar fotos en los cementerios (aunque no sean tan famosos) es muy habitual, y en Père-Lachaise lo saben. Por esa razón, dentro de una de las criptas no hay una tumba, sino una enorme cámara de fotos. No es una tumba, sino la capilla de la Memoria Necropolitana, una asociación cultural que se dedica a salvaguardar el patrimonio funerario mediante fotografías:

Image

Museo del Louvre

Cuando uno piensa en el Musée du Louvre cuesta creer que en sus orígenes fuese un castillo medieval, aunque todavía hay una parte visible del viejo castillo. Lógicamente todos tenemos en la mente el magnífico edificio que fue ampliado y embellecido en el Renacimiento y posteriormente y que fue palacio real durante un tiempo, hasta que en Mayo de 1791, en plena revolución francesa, la Asamblea decide convertirlo en el museo que es hoy.

131026-131814-MMG

Al acceder al interior del edificio desde la línea de metro, sorprende encontrarse con una galería comercial y un vestíbulo modernos y actuales, bajo una espantosa pirámide de hierro y cristal (desde mi modesto punto de vista):

131026-114454-MMGPor suerte, una vez se cruza el control de entradas, el esplendor del edificio vuelve con toda su fuerza. Salas y salas llenas de obras de arte escultóricas y pictóricas de distintas épocas y procedencias nos trasladan a un viaje en el tiempo.

Pero el arte también lo puedes encontrar en sus techos:

131026-121755-MMG

En sus escaleras:

131026-122707-MMG 131030-152706-MMG

O en sus patios interiores:

131030-145236-MMG

 

Notre Dame

Llegamos a la Île de la Cité una soleada mañana de otoño y allí nos esperaba la catedral de Notre Dame

20131202-175842.jpg

Entrar en esta joya del Gótico es un viaje a la Edad Media, especialmente si la visita coincide con la misa del domingo y el coro está cantando cuando atraviesas la gran puerta de madera que te separa del exterior.

La zona central está cerrada al público para que los muchos turistas no interrumpan la eucaristía que sacerdote y fieles celebran sin inmutarse, como si estuvieran en cualquier pequeña iglesia de pueblo y no en la gran catedral parisina. Ver sus vidrieras, sus lámparas con bombillas en forma de vela, el rosetón tapado por el gran órgano cuyo sonido se te mete en las entrañas, mientras paseas por los laterales y recorres la girola en el más absoluto silencio. No importa cuántos turistas haya dentro, sus voces apenas son audibles.

20131202-180540.jpg
20131202-180800.jpg

20131202-180812.jpg

Pero Notre Dame no es sólo su interior. También hay que subir a las torres, aunque Quasimodo no esté o se esconda de los curiosos. Desde lo alto, todos miramos a la calle quizás, como él, buscando ver llegar a Esmeralda.

20131202-180950.jpg

Sólo las gárgolas que vigilan la ciudad desde lo alto nos hacen compañía. Allí, junto a ellas, no se ven tan amenazantes ni horribles. Es más, no se puede dejar de tener cierto sentimiento de envidia por no poder disfrutar de esas vistas más que un ratito.

20131202-181003.jpg

20131202-181136.jpg

La Torre Eiffel

Cuando uno piensa en París, automáticamente le viene a la cabeza la Torre Eiffel. Y cuando uno está allí, mire donde mire la verá asomar por encima de los edificios, por entre los árboles o al otro lado del río Sena.

Image

Fue diseñada por Gustave Eiffel y su construcción duró poco más de dos años y en ella trabajaron 250 obreros. De hecho, su creador sigue allí, al pie de su obra contemplando como miles de personas pasan por ella cada día.

Image

Inicialmente fue objeto de controversia: los artistas del momento la consideraron monstruosa y, dada su baja rentabilidad al terminar la exposición, se planteó la posibilidad de derruirla en diferentes ocasiones. Afortunadamente nunca lo hicieron, y a principios del siglo XX, con la llegada de las guerras mundiales, las autoridades encontraron su utilidad como antena de radiodifusión y con ella captaron mensajes que ayudaron a los aliados de forma decisiva.

Pero si desde lejos impresiona, cuando uno se sitúa debajo de ella impone.

Image

Image

Image

y subiendo hasta el segundo piso (también se puede subir a la cima) las vistas de la ciudad te dejan sin palabras.ImageImageImageImage

Por ellas

Por todas las mujeres asesinadas en lo que va de año, por aquellas que sobreviven día a día con el temor de ser la próxima, por todas las que a diario sufren golpes, insultos, vejaciones.

Por todas las que son víctimas de un maltratador, que las ningunea, las menosprecia, les va minando poco a poco la voluntad y la autoestima, hasta el punto de «desaparecerlas» como personas, aunque no les haya puesto la mano encima.

Por aquellas que se sienten halagadas porque las celan y las controlan, sin darse cuenta que eso también es maltrato.

Por todas aquellas a las que se prohíbe estudiar, mostrar su rostro, pensar.

Por las que son obligadas a casarse con hombres a los que ni conocen.

Por esas niñas a las que se roba la infancia.

Por todas las mujeres que carecen de la libertad de ser, pensar, sentir…

Por todas ellas sigamos luchando, todos los días, no sólo el 25 de noviembre.

Callejeando por París

Sin duda, una de las cosas que más llama la atención cuando caminas por la magnífica Ciudad de la Luz son sus terrazas. Con sus dos filas de mesas perfectamente ordenadas, con todas las sillas mirando al frente, como si nadie quisiera perderse todo lo que ocurre en la ciudad, aunque en realidad, a nadie le preocupa lo que haga o diga el de al lado.

131101-133419-MMG 131101-133437-MMG

También te encuentras con personajes curiosos

131027-143329-MMG

El otoño en todo su esplendor que, aunque no sea tan vistoso o colorido como en la montaña, tiene su encanto.

131025-123428-MMG

Y, sobre todo, mires donde mires, siempre está ella, la Torre Eiffel, erguida sobre la ciudad, sus edificios y sus gentes. Testigo de todo lo que ocurre y acontece.

131024-104156-MMG

Sus monumentos, sus puentes y sus edificios tendrán su entrada en otro momento.

Callejeando por Avilés

Con motivo de la celebración del festival literario Celsius232 me acerqué hasta Avilés, una ciudad en la que conviven perfectamente los viejos edificios como esta capilla:

130802-155512-MMG

Con las estructuras más modernas, como el centro Niemeyer:

130802-161453-MMG

Y, tratándose de una ciudad costera, no pueden faltar los barcos. Aunque no siempre sean tan imponentes como éste:

130802-160617-MMG

San Juan

Una noche mágica, o eso dicen. Los fuegos artificiales dan el pistoletazo de salida a la noche más corta del año. 

Image

Como si de un nuevo comienzo de año se tratase, arrojamos a la hoguera todo lo que nos ata y nos impide avanzar, y le confiamos nuestros deseos e ilusiones, confiando en que ese fuego que nos hipnotiza nos ayudará a hacer borrón y cuenta nueva.

Y, por si esto no fuera suficiente, la luna llena hace su presencia, dejando claro que tampoco quiere perderse la hoguera. Se convierte así en testigo silencioso de cuanto ocurre alrededor de las llamas.

ImagePor delante quedan muchas horas para bailar alrededor del fuego, para reír, para llorar, para enamorarse, en definitiva para vivir y volver a empezar.